Ficha bibliográfica: “A.R. Luria’s cultural neuropsychology in the 21st century”, por Jeymy Aguilera

*Escrito por Jeymy Aguilera

En el presente artículo, a modo de introducción, se parte mencionando que A. R. Luria (1902-1977) es reconocido como uno de los autores más influyentes en las neurociencias cognitivas, en particular en la neuropsicología contemporánea; y pesar de que su interpretación sobre la cognición humana fue propuesta hace varias décadas, los nuevos avances científicos y las observaciones clínicas han aportado valiosas evidencias a favor de sus postulados. A grandes rasgos, sus ideas más influyentes se hayan en el campo del diagnóstico y rehabilitación de las afasias, en la corrección de problemas de aprendizaje, entre otros campos neuropsicológicos de gran relevancia. En este sentido, Kotik-Friedgut & Ardila (2019) analizan una de sus principales ideas: la influencia de los factores culturales en la cognición humana, a la luz de los cambios globales en la cultura).

De acuerdo con lo anterior, los autores señalan que el origen del interés de Luria, por el trasfondo cultural de la cognición humana, se remonta a sus expediciones a Uzbekistán en 1931 y 1932 (en colaboración con Lev Vygotsky). De aquí, nace la idea de que la cultura (p. e. la escolarización) es un determinante importante de los procesos cognitivos (influyen en la organización cerebral de la cognición), pero esta concepción tuvo gran controversia en la primera mitad del siglo XX. Aun así, las ideas de Vygotsky y Luria influyeron a muchos autores de la época, quienes siguieron el enfoque histórico-cultural, y estudiaron las consecuencias cognitivas de la escolarización en tribus de Sudáfrica, Liberia, etc. llegando a la conclusión de que las consecuencias de la alfabetización son culturales-funcionales y específicas del contexto. Como resultado de esta línea de pensamiento, se realizaron ajustes culturales en las pruebas diagnósticas neuropsicológicas.

Ahora bien, ¿qué es la cultura?, según el texto, en antropología la cultura es el conjunto de tradiciones aprendidas (formas de vida específicas) compartidas por un grupo humano (incluye las formas de pensar, sentir y comportarse en una sociedad). Por otra parte, Packer (citado en Kotik-Friedgut & Ardila, 2019), en su análisis de la perspectiva cultural del desarrollo infantil, refiere que la cultura es entretejida por las personas, por lo que está interconectada con la psicología de su gente. En este sentido, la cultura, junto con la biología, desempeñan un papel constitutivo en el desarrollo del niño. Es lo que hace posible la complejidad y sofisticación del funcionamiento psicológico humano. Cabe destacar que la cultura en la teoría de Vygotsky, y la interpretación de Luria, está profundamente relacionada con la mediación semiótica.

Al respecto, las opiniones de Kotik-Friedgut & Ardila (2019) son que la influencia de la cultura comienza incluso antes del desarrollo del lenguaje y de todas las formas de semiosis. A modo de ejemplo, señalan que analizando el llanto de recién nacidos sanos en familias monolingües francesas y alemanas, se descubrió que sus patrones son coherentes con los patrones de entonación observados en ambos idiomas. También señalan que, si bien Luria siempre se preocupó por la interfaz de los mecanismos cerebrales con las condiciones del mundo exterior, la neurociencia cultural es un campo de investigación relativamente nuevo que se ocupa de estudiar las influencias de la cultura en la anatomía y la función del cerebro. En este sentido, aceptando la idea de que la cultura transforma la mente, los autores se plantean averiguar cómo la transformación de la cultura cambia el cerebro. Así, analizan uno de los conceptos básicos de la neuropsicología cultural actual: las funciones mentales superiores, concepto esencial para el enfoque sistémico-dinámico de la organización cerebral desarrollado por Luria.

Para especificar, tales ideas son una extensión de las ideas de Vygotsky sobre la interacción de la naturaleza y la crianza (factores naturales y culturales) en el desarrollo de la mente humana. Ahora bien, ¿qué son las funciones mentales superiores? Kotik-Friedgut & Ardila (2019) indican que algunos autores consideran que pertenecen al concepto contemporáneo de “funciones ejecutivas” (procesos cognitivos complejos como el raciocinio, la metacognición, resolución de conflictos, etc.). Por otra parte, Luria pensaba que todas las funciones mentales superiores se forman en el curso de un largo desarrollo histórico, por ende, son sociales en su origen, y complejas y jerárquicas en su estructura, y todas se basan en un complejo sistema de métodos y medios. Para esclarecer, el concepto de origen social de las funciones mentales superiores presupone que éstas se desarrollan en la actividad del niño, dentro de un entorno cultural-histórico específico, en el que otras personas (padres, profesores, compañeros, etc.) median y promueven su desarrollo cognitivo. En este sentido, Luria utilizó el principio de “organización extracortical de las funciones mentales complejas” (de Vygotsky), que implica que toda actividad humana se forma con el apoyo de ayudas externas. Un factor importante en esta organización es la participación de los artefactos externos (objetos, símbolos, signos), puesto que tienen un rol universal en el establecimiento de conexiones funcionales entre los sistemas cerebrales. Cabe destacar que estos artefactos se desarrollan en diversas culturas, con diferentes mediadores y medios, por lo que, el análisis de las funciones mentales superiores debe tener necesariamente en cuenta estas diferencias transculturales.

En tal sentido, el desarrollo de herramientas externas es un proceso continuo y rápidamente cambiante, y lo podemos observar en la actualidad, ya que disponemos de nuevas tecnologías que influyen en el comportamiento cotidiano en prácticamente todos los ámbitos socioculturales. Sin embargo ¿Cómo estos avances tecnológicos pueden influir en el desarrollo de las funciones mentales superiores? para tal respuesta Kotik-Friedgut & Ardila (2019) analizan el uso de herramientas externas, en la percepción y el comportamiento de las personas, indicando que este interés comienza a partir de 1960, con la televisión como nuevo medio de comunicación de masas (p. e. el debate entre J.F. Kennedy y R. Nixon fue el primero en televisarse, por lo que las votaciones fueron influenciadas por la imagen proyectada vs. los discursos de la radio). En este sentido, se comenzaron a realizar estudios sobre la influencia de los medios en las personas, a modo de ejemplo, los autores indican dos, en el primero se reveló que una misma película vista en plataformas diferentes (pantalla de cine vs televisión) era apreciada de manera distinta (los que vieron la película en el cine manifestaron que tenía más conceptos y emociones, que los que la vieron en una televisión). De acuerdo con esto, las características del medio siempre influirán en qué partes del circuito cognitivo se emplean y en qué medida (p. e. un medio como Internet invita al espectador a pasar rápidamente de un estímulo a otro, en cambio, un medio como un libro invita a focalizar y mantener la atención). En el segundo estudio, se investigó la relación entre los usos de los medios de comunicación (televisión, computadora, y lectura con los padres) y la neurocognición (funciones de atención/ejecución, lenguaje, memoria/aprendizaje, percepción social y procesamiento visoespacial) de escolares; los resultados fueron significativamente positivos en la lectura (sobre todo con la madre) y en el uso del computador, mientras que ver la televisión constituyó un resultado negativo en todos los dominios neurocognitivos evaluados.

En relación con lo anterior, Kotik-Friedgut & Ardila (2019) destacan que aunque el uso y los beneficios de las nuevas tecnologías para la vida cotidiana se están extendiendo, todavía no se sabe cómo influirán en el desarrollo neurocognitivo, y social, de las nuevas generaciones, por ello, analizan las nuevas condiciones culturales: la tecnología contemporánea, a modo de observar esta relación y los resultados de diversos estudios en las últimas cuatro décadas. Así, comparten dos investigaciones cuyos resultados evidencian, en primer lugar, el aumento significativo del uso de los medios de comunicación entre los jóvenes (pasan más tiempo en sitios web, en videojuegos, viendo televisión, etc. que en cualquier otra actividad que no involucre tecnología); en segundo lugar, muestran cómo la experiencia con la tecnología explica los cambios observados a lo largo de la vida en las competencias digitales (p.e. en tareas de experiencia y control técnico, los jóvenes eran más eficientes, pero los adultos que usaron los computadores durante muchos años tenían más experiencia y mejoraron sus resultados); y en tercer lugar, en tareas de creatividad y pensamiento crítico, los jóvenes no mejoraron sus resultados en tareas exigentes (para las funciones mentales superiores), sino que, incluso, disminuyeron su eficiencia. Estos resultados sugieren que la capacidad de encontrar información, o de utilizar entornos digitales, no garantiza su uso eficaz.

Un aspecto importante de las funciones mentales superiores es su “estructura jerárquica”, la que cambia durante el desarrollo ontogenético. Más en detalle, se dice que en el niño pequeño, la línea de interacción entre las zonas corticales va “de abajo hacia arriba” (desde la maduración de las zonas primarias, hasta el desarrollo adecuado de las zonas secundarias-gnósticas-corticales, y hasta las zonas terciarias en donde se crean síntesis cognitivas mayores). Por el contrario, en la persona adulta (con sus funciones mentales superiores ya formadas) las zonas corticales superiores han asumido un papel dominante (en la etapa tardía de la ontogenia, la interacción de las zonas corticales va “de arriba hacia abajo”). Por lo tanto, el efecto del aprendizaje sobre la dinámica cerebral depende del nivel de madurez cerebral en el momento del aprendizaje (Kotik-Friedgut & Ardila, 2019).

En la actualidad, las generaciones que crecen en el mundo digital, y se convierten en estudiantes universitarios, pasan a ser una preocupación para los docentes, debido a que tienden a procesar superficialmente la información. En este sentido, Kotik-Friedgut & Ardila (2019) analizan las investigaciones sobre el “internet como herramienta cultural importante”, puesto que su uso excesivo puede conducir a una adicción, con diversas consecuencias psicosociales negativas. A grandes rasgos, los estudios mencionados refieren similitudes (a nivel molecular, neuronal y conductual) entre distintas adicciones (a sustancias, a Internet y al juego). De acuerdo con esto, como cualquier adicción, especialmente si comienza a edades tempranas (cuando la plasticidad cerebral es alta), se esperan cambios en la arquitectura funcional del cerebro. Por ejemplo, un estudio que evaluó con resonancia magnética cerebral a adolescentes con y sin adicción a Internet, confirmó que aquellos con adicción tienen significativamente reducido su grosor cortical en la corteza orbitofrontal lateral derecha (área asociada a los trastornos adictivos). Otro estudio revela anomalías microestructurales de la materia gris y blanca, en específico, los jóvenes adictos a los juegos (en comparación con jóvenes sin adicción) mostraron una atrofia significativa de la materia gris en el córtex orbitofrontal derecho, la ínsula bilateral y las áreas motoras complementarias derechas.

Por otra parte, Kotik-Friedgut & Ardila (2019) refieren que otros estudios señalan que el uso de juegos computarizados, diseñados para el entrenamiento cognitivo, pueden ser útiles para mantener, y/o mejorar, la plasticidad en los cerebros envejecidos (como sus funciones mentales superiores).

Cabe mencionar que para interpretar los datos acerca de la actividad cerebral humana, se ha de tener en cuenta su dinámica específica (tanto la historia del desarrollo como la actividad actual); puesto que, como se describe anteriormente, los niños son más propensos a desarrollar adicción a internet, como a los juegos, mientras que los adultos, en la medida que van envejeciendo, pueden beneficiarse de actividades similares. En definitiva, los conceptos vistos de organización extracortical y organización jerárquica de las funciones mentales superiores, con jerarquía opuesta en la infancia y en la edad adulta, pueden alertar sobre la influencia de las tecnologías en sujetos de distintas edades. Así, como se puede apreciar, los postulados de Luria son relevantes desde el punto de vista clínico, como desde la perspectiva cultural, siendo de gran utilidad para la comprensión de las nuevas realidades. Por todo lo mencionado, y por mucho más, su influencia ha continuado sin cesar durante el siglo XXI en múltiples áreas científicas.

En mi reflexión final, me quiero centrar en su enfoque sistémico-dinámico sobre la organización cerebral de la cognición, ya que, como podemos observar, en la actualidad el entorno cultural global, centrado en la digitalización, cambia rápidamente, y a pesar de que se tienda a pintar que en el uso de la tecnología sólo hay beneficios, cabe preguntarse ¿es realmente así? En este sentido, desde las ideas de Luria, la estructura jerárquica de las funciones mentales superiores cambia durante el desarrollo de la edad, y se relaciona con la organización extracortical, por ello, los medios culturales pueden influir de distinta manera en el desarrollo neurológico, cognitivo y social. De acuerdo con esto, y como se mencionó en el texto, los niños tienden a desarrollar adicción a los medios digitales, y esto trae diversas consecuencias negativas a nivel biopsicosocial. Recurriendo a mi trayectoria académica, esto concuerda con lo que investigué en mi segundo año de carrera sobre el uso excesivo del celular en niños de pre-kinder y kinder, en donde, a grandes rasgos, se manifiesta que (además de ocasionar una posible adicción), pueden tener un impacto negativo a nivel: familiar, afectando la parentalidad positiva (Rodrigo et al., 2015); físico, afectando la vista, la columna vertebral (por las malas posturas), ocasionar obesidad, etc.; psicológico, por el contacto con contenido violento o inapropiado; y social, por las posibles dificultades en las relaciones interpersonales (Díaz-Granados, 2007; Lepicnik-Vodopivec y Samec, 2013; Repetto, 2013).

Ahora bien, como todo en la vida, el uso de la tecnología no sólo tiene oscuridades, sino que también tiene luces, y éstas estarían en su utilización para mantener y/o mejorar/potenciar la neurocognición, y el aprendizaje, especialmente de los adultos mayores. Muchos autores concuerdan con esta idea, manifestando que el uso de plataformas virtuales/digitales otorga beneficios en los procesos cognitivos, tales como en la atención, memoria, razonamiento, planificación, habilidades visoespaciales, inteligencia y lenguaje (Aldana González et al., 2012; Kotik-Friedgut & Ardila 2019). Además, otros señalan que otorgan beneficios psicosociales, mejorándoles la calidad de vida, porque con su uso logran desarrollar más confianza en sí mismos (mejoran su autoestima y autonomía), se motivan más, se integran socialmente (la exclusión digital disminuye), tienen más oportunidades de informarse y comunicarse, así como también para divertirse en actividades de ocio (Casamayou y Morales, 2017; Fernández et al., 2018; Rivoir et al., 2019).

Finalizo mi reflexión mencionando que, en síntesis, el uso de las tecnologías digitales puede favorecer, y fortalecer, los vínculos intergeneracionales y culturales. Sin embargo, se deben utilizar con cuidado, puesto que, como vimos, pueden tener implicancias positivas como negativas, dependiendo de su utilización adecuada o excesiva, y del nivel de desarrollo que curse el ser humano. Todo lo mencionado es esencial para mi práctica profesional, porque potencia la idea que he venido repitiendo en fichajes anteriores, es decir, que es necesaria una nueva neuropsicología para nuestro siglo, una que pueda integrar los aspectos bio-psicofisiológicos, con las influencias de la diversidad de cambios históricos y socioculturales.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Aldana, M., García, M., & Jacobo, A. (2012). Las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) como alternativa para la estimulación de los procesos cognitivos en la vejez. CPU-e, Revista de Investigación Educativa, 14, 153-166. https://doi.org/10.25009/cpue.v0i14.34

Casamayou, A., & Morales, M. (2017). Personas mayores y tecnologías digitales: Desafíos de un binomio. Psicología, Conocimiento y Sociedad, 7(2), 152-172. https://doi.org/10.26864/pcs.v7.n2.9

Díaz-Granados, F. (2007). Los niños y las familias frente a las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (tics). Psicología desde el Caribe, 20, 208-224

Fernández, S., Sepúlveda, M., & Caro, J. (2018). Uso de tecnologías de información y comunicación en adultos mayores chilenos. CTS: Revista iberoamericana de ciencia, tecnología y sociedad, 13(39), 143-160. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6872049

Kotik-Friedgut, B., & Ardila, A. (2019). A.R. Luria’s cultural neuropsychology in the 21st century. Culture & Psychology, 26, 1354067X1986105. https://doi.org/10.1177/1354067X19861053

Lepicnik-Vodopivec, J., & Samec, P. (2013). Uso de tecnologías en el entorno familiar en niños de cuatro años de Eslovenia. Comunicar: Revista Científica de Comunicación y Educación, 20(40), 119-126. https://doi.org/10.3916/C40-2013-03-02

Repetto, H. (2013). Impacto de las tecnologías de la información y la comunicación. Pediatría Integral, 17(10), 686-693.

Rivoir, A., Morales, M., & Casamayou, A. (2019). Usos y percepciones de las tecnologías digitales en personas mayores. Limitaciones y beneficios para su calidad de vida. Revista Austral de Ciencias Sociales, 36, 295-313. https://doi.org/10.4206/rev.austral.cienc.soc.2019.n36-15

Rodrigo, M., Amorós, P., Arranz, E., Hidalgo, M., Máiquez, M., Martín, J., Martínez, R.-A., Ochaita, E., Balsells, M., Fuentes-Peláez, N., Mateos, A., Molina, M. (María C., Pastor Vicente, C., Espinosa Bayal, M. Á., Agustín Ruiz, S., Gutiérrez Rodríguez, H., Becedóniz Vázquez, C., Pérez Herrero, M. del H., Rodríguez Ruiz, B., … Ministerio de Sanidad, S. S. e I. (2015). Guía de buenas prácticas en parentalidad positiva. Un recurso para apoyar la práctica profesional con familias. http://diposit.ub.edu/dspace/handle/2445/133562

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